Aunque pudiera parecerlo no va esta página en la línea de decir que nuestro alcalde se ha apropiado del consistorio o de que su modo de gobernar sea cada vez más excluyente. Y no porque no pudiera desarrollar esa tesis en este Diario, pues cuento con argumentos suficientes, sino porque quiero referirme a esa circunstancia de que los tres alcaldes democráticos, o por lo menos elegidos democráticamente mediante elecciones municipales desde que rige la Constitución, se apellidan parcialmente igual, Díaz. Si el primero fue Apolonio Díaz de Mera después le siguió José Manuel Díaz-Salazar y, finalmente, José Díaz del Campo, de tal modo que la historia democrática de Daimiel podría subtitularse como el Ayuntamiento de Díaz.
Aunque la mera casualidad ha posibilitado esa coincidencia cabe pensar, jocosamente, que no tener un Díaz en el apellido no es suficiente blasón para aspirar a la alcaldía y eso excluiría ya a gran parte de posibles candidatos. Claro, que por otro lado, basta cogerse los Díaz que aparecen en el listín telefónico, a palo seco o en sus numerosas variaciones, para comprobar que no son pocos los que pudieran promoverse al primer edilato municipal.
Los Díaz, Díaz-Blanco, Díaz-Cambronero, Díaz del Campo, Díaz de mera, Díaz-Miguel. Díaz-Pinés, Díaz-Rosso, Díaz-Salazar, Díaz-Vizcaino, están de suerte y pueden aspirar a que se los rifen para encabezar las respectivas listas electorales para las próximas elecciones municipales.
¿Será por tanto el próximo alcalde un Díaz de algo?, ¿y supondrá, en tal caso, para Daimiel su elección "díaz" de gloria o "díaz" de imposición? Al menos que tengan como principio cambiar las últimas formas y apostar por la participación y la ausencia de censuras, con eso hasta nos conformaríamos con un García, un López, un Pérez o un Rodríguez cualquiera.
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