sábado, 12 de diciembre de 2009

LA ACTITUD ERRÓNEA

Ocurre a veces que los políticos no saben enfrentarse a las situaciones administrando el sentido común y se dejan llevar por lo que aparentemente les resulta más sencillo, algo que sin embargo se revela después como algo más complejo e incómodo. Poseen la actitud errónea de quienes tienen un concepto demasiado elevado de sí mismos y por eso, cuando se sienten cuestionados, cuando advierten críticas a su labor, primero las desdeñan y después las atacan de la forma más zafia que es intentar eliminarlas. Están tan convencidos de su excelente gestión, tan ensoberbecidos y tan creidos de que todo el mundo debiera agradecerles lo que hacen que no sólo han perdido el necesario rigor autocrítico sino que lo toman como una ofensa personal que se les señale los errores, que se les cuestione las decisiones, que se les descubra en la impostura. y deciden que quienes lo hacen merecen el silencio.

Ni que decir tiene que quienes recurren a estas tropelías sólo demuestran que no deben representarnos, que no son capaces de admitir el propio rol democrático que lleva al diaálogo, que estimula el pluralismo, el debate, la participación y desarrolla la tolerancia. No, temen a la opinión porque esta opinión les crea inseguridad y piensan que puede calar y hacerles daño. Pero esa opinión va a seguir ahí, acrecentada con decisiones como eliminar el enlace a Ciudadanos, en el caso de Daimiel, reforzada ante ese atropello. Y creo que las opiniones vertidas en esos cuadernos son críticas pero son sólo opiniones que deberían valorarse, aprovecharse de algunas de ellas y tenerlas ahí junto a los comentarios como unindicador más de la realidad que ahora pretenden ignorar. Los cuadernos no son la biblia ciudadana, pueden contener opiniones equivocadas y no ser compartidas por la mayoría de la gente, pero gobernar de espaldas a la realidad y excluyendo a quienes no comparten sus ideas ni actuaciones también es un indicador muy claro de calidad democrática, de agotamiento, de falta de personalidad, de que ya se sienten tan derrotados que han perdido hasta la autoridad moral que debiera suponérseles.

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